martes, 17 de enero de 2017

María Guivernau




 

A ti
que has sabido explorarte
hasta saberte entera
y reconocerte
en todos tus rincones,
que dejaste
que bocas experimentadas
te descubrieran
terminaciones nerviosas
antes desconocidas,
que lograste calentar inviernos
en casi todas las pieles
que se te antojaron,
que hiciste oídos sordos
a las advertencias
de mentes ancladas en pasados
de pecado e infierno.
A ti,
que no entiendes
la existencia del cuerpo sin placer,
que rompes los diques de las ganas
cuando desborda la sed,
que no recuerdas todos los nombres
pero sí tactos, olores, sabores,
gemidos, susurros,
que eres altamente inflamable.
A ti,
mujer,
que cuando escuchas puta
a tus espaldas,
despliegas las alas,
muerdes tu labio inferior,
miras con sobrecarga de deseo.
Puta.
Sí.
Pero no tuya.
Y emprendes el vuelo
en un cielo rebosante de estrellas
y de orgasmos.



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